Mi pequeño Síndrome de Estocolmo. Confinamiento 4.0

Parece que el confinamiento va para largo. Propongo cambiar el rumbo, enfocarnos al presente y desplazar la mirada de la liberación del confinamiento a la liberación por confinamiento. Espero no ofender a nadie si digo que empiezo a disfrutar de sus ventajas. Temo, como todos, las demoledoras consecuencias económicas, sociales, políticas y culturales. Creo también que tendrá un impacto considerable en la salud mental de la población, la gran laguna de nuestro sistema sanitario, de la que, por cierto, nadie habla. Sin embargo, me consuela algo que el planeta haya respirado -parecía imposible-, y que esta crisis haya hecho aflorar nuestro sentido de pertenencia a la Humanidad. ¿Será cierto que no existe un punto negro absoluto; que siempre hay en su interior, aunque mínima, una zona de luz?.

Hoy, un mes después de la declaración del estado de alarma, valoro algunas consecuencias del confinamiento. Entre ellas, la transformación del mundo laboral, una vez demostrado que el viejo esquema de trabajo presencial está obsoleto. Una sociedad moderna debe ser flexible y asumir que el trabajo en casa no sólo favorece la conciliación de la vida laboral y familiar sino que mejora la productividad. En el ámbito profesional, al menos en el mío, la crisis ha reforzado la motivación, la comunicación y la interdependencia. La competitividad parece haberse retraído a favor de la solidaridad y el trabajo en equipo; el objetivo común ha superado rencillas y ambiciones personales.

Además, y aquí mi pequeño Síndrome de Estocolmo, disfruto el paréntesis de vida replegada en sí misma. A pesar de la presión en el hospital, cada vez que alguien dice “¡un día menos!”, me quedo pensativa. Ahora que el ritmo de las cosas se ha detenido, me siento liberada de algunas servidumbres: de la agenda repleta, de muchos compromisos sociales, del tiempo siempre justo, de la tirantez de la regla de las 24 horas, de la falta de sueño y el cansancio. Mi naturaleza agradece esta descompresión espontánea. Y, en la experiencia de este tiempo suspendido de nuevas emociones e incertidumbres, algunos amigos se muestran más creativos que nunca y piensan, escriben, pintan, fotografían, componen, cantan, editan.   

Me fascina que el confinamiento haya evaporado el oropel y la tontería. Como por varita mágica, ha estallado la burbuja de las apariencias, y todo lo hueco ha dejado paso a lo-que-de-verdad-importa. La crisis vivida por todos en mayor o menor medida, ha fortalecido las relaciones humanas, y nuestra forma de interaccionar es ahora más espontánea y auténtica. Estamos aislados pero no solos. Ojalá no olvidemos estas lecciones y cuando volvamos, lo hagamos de otra manera.

La gran perfección tendrá un aspecto de insuficiencia, mas surtirá un efecto infinitamente eficaz.

La gran plenitud parecerá dúctil, como un fluido, mas su efecto no se agotará.

La gran rectitud parecerá torcida.

El gran talento, estupidez.

La gran oratoria, mudez.

Pureza y quietud son la justa medida del mundo.

Tao Te King. Epigrama XLV

Toña Santolaya
Federico Martínez

Imagen de portada: Alejandra Acosta


Una respuesta a “Mi pequeño Síndrome de Estocolmo. Confinamiento 4.0

  1. Estimada Ana,

    no podría haber expresado mejor mis actuales sensaciones. Aprovechemos esta, aunque desgraciada ocasión por las consecuencias que nos está generando, oportunidad para quitarnos de encima el oropel y la tontería y, como tú bien dices: «Como por varita mágica, ha estallado la burbuja de las apariencias, y todo lo hueco ha dejado paso a lo-que-de-verdad-importa. La crisis vivida por todos en mayor o menor medida, ha fortalecido las relaciones humanas, y nuestra forma de interaccionar es ahora más espontánea y auténtica. Estamos aislados pero no solos. Ojalá no olvidemos estas lecciones y cuando volvamos, lo hagamos de otra manera»

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