Sempere, por encima de las diferencias

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La mañana del domingo pasado fui con Malú a ver la retrospectiva de Eusebio Sempere en el Museo Reina Sofía. Fue una cálida mañana de junio, un día raro sin embargo en nuestro país. Hacía solo tres días que la política española había dado una inesperada trasluchada y los ciudadanos estábamos aún perplejos. También la clase política debía sentirse en estado de shock; unos por la rapidez del ascenso, otros por el desplome y otros porque, después de haber tenido la miel en los labios, ven ahora su porvenir más incierto. Dicen algunos periodistas que todo estaba planificado para principios de año, pero que la ocasión surgió como siempre fugaz y precipitó los acontecimientos. La conclusión es que, con todo el rigor democrático pero sin un acondicionamiento previo, hemos cambiado en nada de gobierno y de orientación.

Los días siguientes a la moción de censura han sido, como en toda alternancia política, de cierta tensión social. Algunos españoles aficionados a mantener posiciones enfrentadas daban rienda suelta a su pasión, malos ganadores y peores perdedores. Las redes sociales han rebosado de proclamas políticas y cucadas en un sentido y en otro: comentarios insultantes para los votantes de cierto partido, augurios de desastre nacional, incluso propuestas exóticas para subvertir el orden constitucional por parte de los que en otras ocasiones parecen abanderarlo. En fin, todo tipo de comportamientos incivilizados.

¡Qué España es España ¡ Aquí es difícil el término medio, y el que entiende a unos y a otros es tomado por tibio o por un simple al que han comido el coco. Como decía José Cadalso en sus Cartas Marruecas: es inútil la controversia, pues en la vanidad del hombre, su ignorancia y preocupación, todo argumento permanece indeciso, quedando cada argumentante en la persuasión de que su antagonista no entiende la cuestión o no quiere confesarse vencido. Incluso con propuestas que rompen el bipartidismo, parece que la ideología política en nuestro país se reduce a solo una de dos posibilidades antitéticas. Que, además, se proyectan hacia un pasado histórico del que no somos responsables. Solo se puede estar a favor o en contra.

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En una conversación de este invierno con Guillermo A. en el Casino de Palencia, le intentaba argumentar porqué la ideología política no me parece un asunto clave en los seres humanos, siempre y cuando se tenga una convicción democrática basada en los valores soberanos de libertad, igualdad y fraternidad. Creo que esa decantación política en muchas personas de nuestra generación obedece a una reacción psicológica ante el modelo familiar o paterno. Cuando el modelo familiar funciona, los hijos suelen seguir el enfoque básico de los padres; al contrario, cuando el modelo no es eficaz, los hijos reaccionan diferenciándose significativamente en la juventud, el momento clave para la construcción de nuestra individualidad. Luego, cada uno evoluciona y utiliza la razón crítica para dar a su adscripción política una lógica interna.

Maria Luisa y yo no compartimos ideología política. El domingo podíamos habernos convertido en cordiales enemigas obviando artificiosamente la cuestión política pero manteniendo esa hostilidad de fondo propia de momentos como este. Sin embargo, charlamos de la convulsa actualidad con sentido de la amistad, exponiendo nuestros puntos de vista y compartiendo lo que nos une: valores, aficiones y, por supuesto, una copa de vino.

Sempere es un artista estupendo. Disfrutamos aquella mañana de su obra: su evolución creativa, la progresiva complejidad de su trabajo y el magnífico resultado estético. Luz-movimiento-volumen- color. Me gustó ese domingo 3 de junio de 2018, como me gustaron aquellos días de invierno que pasamos en Palencia.

Madrid 7 junio 2018


 

Imagen de portada: Eusebio Sempere. El reloj

Imágenes interiores: Eusebio Sempere. Campos de mimbre. Serigrafías sin título