La borrasca con nombre de mujer cruel-Metamorfosis de Ovidio- pasó por Madrid dejando imágenes bellisimas cuyo precio pagamos durante las semanas posteriores. Se ha perdido o dañado el 70% del arbolado de la ciudad y hasta ayer, más de un mes después, no se ha vuelto a abrir y solo parcialmente, nuestro amado Retiro.


Hay personas que elegimos no detenernos en lo feo y lo terrible, en lo que da miedo y causa angustia, en la pre-ocupación, ni siquiera en la melancolía de la perdida. La vivencia de todo ello nos ha determinado a no dejarnos devorar por la negrura que les acompaña, y optamos por lo bello, por el placer, la alegría y la luz, como actitud militante en la vida. No tiene nada que ver con la ceguera hacia la realidad, ni con la impiedad o la falta de solidaridad, sino con un compromiso ético.
Amélie Nothomb; en su Biografía del hambre (2006), nos cuenta que la ausencia de hambre es un drama que nadie ha estudiado. Solo hay un lugar en el mundo cuyos habitantes jamás han pasado hambre, la pequeña isla de Vanuatu, en Oceanía. Sus pobladores no tienen apetito, son pacíficos y amables pero nada les interesa, no sienten que nada deba ser mejorado, ni merezca ningún esfuerzo, porque la naturaleza es sobreabundante. El hambre representa el deseo, el hambriento es un ser que busca.
Guillermo Pérez Villalta (Tarifa, 1948) expone ahora en la Sala Alcalá 31 de Madrid, El arte como laberinto es el titulo de la muestra. Organizada con un recorrido aleatorio en zigzag, una escenografía donde cualquier orden y rango de las obras ha desparecido, al visitante se le exhorta antes de entrar: elige tu propio camino.





Pérez Villalta pertenece a la Nueva figuración, su obra es puro eclecticismo filtrado por su personalísimo universo iconográfico que incluye elementos cristianos y del clasicismo, la fantasía y el ornamento, en grandes lienzos con formas no convencionales. El laberinto, y en general la arquitectura, están muy presentes en su obra, como el mar, que nunca retrata con el mismo azul.


Estas arquitecturas re-creadas tienen poco que ver con las de Carme Pinós, la arquitecta catalana a la que el museo ICO está dedicando una exposición monográfica, pero en ambas, las pintadas y las edificadas, se observa el mismo equilibrio, la misma belleza y armonía con su entorno.
Carme Pinós tiene un enfoque humanista de la arquitectura, es reconocida a nivel mundial por sus renovaciones urbanas, viviendas sociales, obras públicas y diseño de muebles. Fundó el Estudio Carme Pinós en 1991 después de ganarse el reconocimiento internacional por su trabajo con el que fuera su pareja, el fallecido Enric Miralles. Desde entonces ha compaginado su actividad como arquitecta con la docencia, siendo profesora invitada, entre otras, en las Universidades de Columbia, Lausanne, Harvard y Roma.





Amélie, Guillermo, Carme…son personas hambrientas de belleza que buscan y hallan, comparten una idéntica mirada del mundo.