De la mano de mi amigo A. Soria llegaron a mí, como regalo de Navidad, las Memorias de Lorenzo Da Ponte. Relato de su vida y crónica de una época, por ellas desfilan personajes anónimos y universales. Clérigos, amantes, músicos, poetas, prestamistas, mendigos, cortesanos, musas y emperadores acompañan a Da Ponte en todas las aventuras y desventuras posibles en el siglo de la libertad.
Emanuele Conegliano nace en 1749 en Ceneda, para dar al mundo algunas de las grandes páginas de la historia de la ópera. Mediada su vida, como decía Benvenuto Cellini – “Todos los hombres de cualquier suerte que hayan efectuado alguna cosa que sea virtuosa o que a la virtud se asemeje, deberían procurando ser verídicos y honrados, describir por su propia mano su vida; pero no debería comenzarse tan bella empresa antes que pasaran la edad de los cuarenta años.”-, comienza a escribir sus Memorias con el discernimiento de un hombre maduro, consciente de que toda suerte es efímera, toda pretensión vana. Da Ponte narra su historia con elegancia y recato. Su mirada de hombre noble rejuvenece valores casi olvidados.
Primogénito de una humilde familia judía de curtidores y huérfano de madre a una edad temprana, Emanuele recibe una educación mínima. A los catorce años, tras la conversión familiar necesaria para el segundo matrimonio del padre, solicita el ingreso en el seminario al obispo Lorenzo Da Ponte, quien será su benefactor. De él toma el futuro poeta el nombre con el que pasará a la Historia de la Música.
Estudioso y trabajador infatigable, pronto destacan sus capacidades. Escribe versos que son apreciados y accede a una Cátedra de Retórica en su ciudad natal. Comienza así una larga e irregular peripecia, llena de vaivenes que caracterizarán su vida hasta el final, a la edad de 89 años. Da Ponte pasa de poeta de Corte y libretista a humilde profesor y librero, de vendedor de ultramarinos a catedrático y empresario teatral. Fama y proscripción se suceden una a otra sin solución de continuidad. Su biografía es una huida constante: Ceneda, Venecia, Treviso, Gorizia, Dresde, Viena. De Viena a Londres, y de allí a América. Escándalos, destierro, intrigas y ruina económica le obligan a escapar para renacer con audacia en nuevos entornos y dar a conocer en ellos la belleza de la lengua italiana y sus Clásicos.
Rebelde y provocador en su juventud, frecuenta en Venecia a la nobleza ilustrada. Sus ardores lo llevan a menudo por el camino del juego y las mujeres, lejos de los “dulces y deliciosos campos de las musas”. Expulsado del seminario en Treviso, se le prohíbe la docencia por un escrito rousseauniano que titula “Si el hombre se había granjeado la felicidad uniéndose al sistema social, o si mas feliz podía reputarse en estado simple de naturaleza”. Tres años después es desterrado de la Serenissima República. La vida de Da Ponte presenta en este momento un punto de inflexión. Él mismo lo escribe en una carta a su hermano: “Girolamo: No mas juego, no mas amores, no mas Venecia”.
Resucita en Viena, donde accede a la corte de José II gracias a su amigo Antonio Salieri. Nombrado poeta imperial, realiza como libretista numerosas colaboraciones en la etapa mas personal y fecunda de su producción operística. Escribe libretos para Martín y Soler, Salieri y Mozart, entre otros. Sobre este último escribe en sus Memorias: “la inmensidad de su genio exigía un tema extenso, multiforme, sublime”. Ambos escriben a un tiempo letra y música de las Bodas de Fígaro. Un año mas tarde, Mozart recibe el encargo de una ópera para ser estrenada en Praga. Da Ponte, aficionado a las mujeres y fascinado por nuestra literatura, propone el tema de Don Juan, que a Mozart “agradó infinitamente”. Nace así Don Giovanni: español, dapontiano y mozartiano. En 1790 colaboran por última vez en la composición de Cosí fan tutte. Ese mismo año la vida de Da Ponte tiene un giro inesperado, cuando muere José II, su protector, y, víctima de cabildeos, es desterrado de nuevo por el sucesor, Leopoldo II.
La pasión amorosa es una constante en la biografía de Lorenzo Da Ponte, al menos en su primera mitad: “…mi corazón acaso no está hecho para existir sin amor; y por muchos engaños y traiciones que me hayan hecho las mujeres en el curso de mi vida, en verdad no me acuerdo de haber pasado seis meses en todo el curso de ella sin amar a alguna, y amar (he de vanagloriarme) con amor perfecto”. Comparte con su amigo Giacomo Casanova fama histórica de mujeriego y libertino. Son conocidas algunas de sus escandalosas aventuras en Venecia, con mujeres de toda clase social, con las que tuvo hijos ilegítimos que fueron a parar al hospicio. Él mismo admite haber omitido deliberadamente algunas historias: “las cuales caridad y prudencia me obligaron a callar”. La narración pone fin a sus devaneos eróticos y románticos al final de su etapa vienesa con el matrimonio a los 43 años con Nancy Grahl. Con ella tuvo cinco hijos y, según sus Memorias, le fue fiel. A su lado permaneció hasta su muerte.
Instalados en Londres, después de numerosas vicisitudes, recupera su vena poética y, ejerce de libretista y administrador en el King´s Theater, con un interludio de ruina económica que le obliga a abrir una librería en Pall Mall. Amenazado de juicio y condena por deudas, Da Ponte-Sísifo se ve obligado a emigrar a América, donde la ausencia de afición operística le lleva a dedicarse al comercio. Publica sus Memorias completas en Nueva York en 1830, y muere ocho años mas tarde.
Las Memorias de Lorenzo Da Ponte instruyen y entretienen. Son ricas en anécdotas, personajes y escenarios. Hombre sensible y lúcido, generoso y agradecido, tuvo siempre un correcto sentido de la dimensión de las cosas y supo distinguir los impulsos nobles de las notas mas oscuras del ser humano. A la narración le falta, sin embargo, un pellizco de hondura. Pocas veces se detiene en lo esencialmente humano y se echa de menos, en algunos capítulos, su alma de poeta. Hay mas ajetreo y narrativa que enfoque y meditación. Aunque su vocación religiosa fue sólo una salida forzada del ámbito familiar y social, ejerció el sacerdocio durante años y, sin embargo, omite sus reflexiones sobre la vida religiosa y lo trascendente. Amó a muchas mujeres sin apenas revelarnos su verdadera experiencia de la pasión y el amor. No parece casual que un hombre mujeriego quisiera ahondar en la figura de Don Juan; tal vez desease, en el fondo, atravesar el espejo y explicarse a sí mismo. Apenas hay en su autobiografía rastro del amor conyugal o filial.
Da Ponte insinúa su atlas emocional sin llegar a abrirnos las puertas de su conciencia. Nos deja una historia. Y sus libretos. Por alguno de ellos merece la pena toda una vida.
Madrid, 28 enero 2018
Don Giovanni, Wolfgang Amadeus Mozart