Suelo viajar al Sur por motivos familiares y de amistad varias veces al año y cada vez que lo hago se despiertan en mí sentimientos contradictorios, seducción y rechazo.
La seducción:
Parar durante el viaje, sumergirme por unas horas en el oasis de palmeras pétreas del interior de la mezquita de Córdoba o evocar a los poetas árabes en la exquisitez de los muros caligrafiados, en la sensualidad de patios y jardines de la Alhambra.
Ser testigo de una Semana Santa sevillana, belleza racial, pasión, fervor y tradiciones. Tomar un fino en las bodegas de Jerez con una tortilla de camarones y las risas de mi prima o admirar la belleza del puente de la bahía de Cádiz, obra maestra de la ingeniería española.
contemplar una puesta del sol sobre el mar sentada sobre las escalinatas del foro romano de Bolonia, imaginarme la vida en época de bandoleros mientras recorremos la serranía de Ronda
Pasear por Málaga, recorrer la Alcazaba y revivir sus raíces árabes, asomarme al palacio de Buenavista para reencontrarme con Picasso, acercarme al puerto y visitar las exposiciones de vanguardia del Museo Pompidou.
Deambular por las callejuelas encaladas salpicadas de geranios de Marbella para llegar al patio de naranjos, encontrar en sus tiendas esos vestidos ligeros de la india y esas zapatillas de seda tan apropiados para el dolce far niente.
Tomar onces a la chilena en casa de los Tíos, comida, simpatía y cariño en generosas raciones al atardecer.
Ya más cerca de mi destino habitual, Puerto Banús supone una dosis de sol y optimismo en invierno, retiro amable para la tercera edad pudiente. Este lugar me trae a la memoria la Viña del Mar de mi infancia con sus palmeras, bouganvillas, paseo marítimo y buenas casas.
Desde la barandilla de la habitación mientras contemplo el mar y la brisa de azahar acaricia mis brazos, pienso: el clima moldea el carácter, es más fácil ser amable y alegre si no vives castigado por las inclemencias, ¡qué contraste con la dura Castilla! sus habitantes curtidos por heladas, sequedades y un sol de justicia, no hay tregua ni soplo marino que lo dulcifique.
Este clima bondadoso, la despreocupada alegría de vivir de los andaluces atrae a turistas, pensionistas y artistas, pero también a famosetes de la nada, empresarios corruptos y mafiosos.
Rechazo:
En cuanto llega la primavera, Puerto Banús y Marbella se convierten en la pasarela de la ostentación y la arrogancia: yates de lujo compiten en equipamiento y metros de eslora, ferraris, lamborghinis y Rolls Roices, desfilan pavoneándose por la avenida del puerto, Barbies del este de siluetas esculpidas a golpe de bisturí y hambre caminan tras musculosos hombretones de mirada pendenciera o del brazo de señores mayores cargados de oro. Los escaparates hacen alarde de astronómicos precios, Los jóvenes salen desmadejados de fiestas alocadas donde se consumen alcohol, drogas y cuerpos. Siento entonces un cierto malestar difícil de explicar, probablemente relacionado con la patente injusticia social, el descaro o la insolente exhibición de dinero de dudosa procedencia.
La costa del Sol es también urbanización a destajo, campos de golf, grandes complejos hoteleros, villas, mansiones y palacios.
Reconciliación:
En el último viaje, tras unos días intensos y difíciles, decidimos lavar en el mar cansancio y congojas. Paseando por una playa de inhóspita arena, sorteábamos descalzos las castigadoras pero maravillosas piedras de la orilla cuando descubrimos el «Palacete”.
Su gracioso nombre nos animó a acercarnos y allí en el patio estaban sus dueños. María del Mar y Manuel esperaban a la familia cocinando una paella en su chalet de verano, una sencilla cabaña, construida con esfuerzo y de la que se sentían profundamente orgullosos.
Su hospitalidad y alegría contagiosa borraron de mi mente el regusto amargo de los días pasados y sosegaron la ansiedad de madrileña acelerada. Andalucía es también y sobre todo el gozo de vivir, gente de corazón generoso que disfruta de todo porque aprecia lo que tiene.
No hace falta ser rico para tener un tesoro, ni presumir de fortuna para ser feliz. Estoy convencida de que cada uno guarda un palacete en su corazón.
¿Dónde está el tuyo?