Bellísima Atenas, palpitante de vida, ruidosa, sofocante, muchos turistas, con oferta cultural más allá del arte griego clásico, preciosa. Esperaba encontrar una ciudad hundida por la saliente crisis económica, triste, enfadada, con mendigos, pero no. Atenas funciona: el trasporte público es muy correcto, en los restaurantes y terrazas abundan los nativos, los jóvenes visten con el mismo pésimo gusto que en Madrid, París o Budapest, siempre pendientes de su móvil, la presencia de la policía es discreta y activa, y, por encima de todo-literalmente-, vayas donde vayas apenas alzas la mirada, la Acrópolis.
Sentí presente a Melina Mercouri (1920-1994), actriz y cantante, ejerció de ministra de cultura entre 1981 y 1989. Griega orgullosa, cuando llegó al ministerio, logró unir e ilusionar a los griegos alrededor de la valoración de su inmenso legado, promoviendo la apertura de parques arqueológicos donde los monumentos pudieran ser al tiempo estudiados y disfrutados por los visitantes, y sobre todo, convirtiendo en reivindicación nacional la devolución de los mármoles del Elgin -nombre ofensivo y humillante para los griegos-, con el que conocemos los 75 metros de mármoles del friso del Partenón, las 15 metopas y más de 15 esculturas, entre ellas una de las seis cariátides del Erecteion.
«Deben entender lo que los mármoles del Partenón significan para nosotros: son nuestro orgullo, son nuestros sacrificios, son nuestro símbolo de excelencia más noble, son un tributo a la filosofía democrática, son nuestras aspiraciones y nuestro nombre, son la esencia del ser griego». UK, 1986
Fue ella la que impulsó la idea de crear un nuevo Museo de la Acrópolis que acogiera los restos de la roca sagrada. Finalmente, en 2009 tras casi dos décadas de retrasos, se abrió el Museo con proyecto del estudio neoyorkino de Bernard Tschumi junto con el griego Michael Photadis. El hallazgo de restos arqueológicos de la antigua Atenas en el solar que ocupa el museo-principal razón de los cierres de obra- fue solucionado con una estructura que se sostiene sobre pilotes, para preservar las ruinas sobre las que se incrusta, incluyendo amplios espacios con suelos de vidrio.
El edificio pretende ser fiel a los ideales clásicos de la arquitectura griega de simplicidad y armonía. Rodeado de grandes ventanales, busca en todo momento la luz natural, idónea para una exposición de esculturas.
Ya no hay excusa para no devolver los mármoles expoliados por el odiado lord inglés.
Luego busqué el Dromeas de Costas Varotsos, una escultura monumental realizada con miles de láminas de vidrio plano. La encontré al final de la calle Vasilissis Sofias, donde se abre una amplia plaza circular y ajardinada por la que cada noviembre pasan los corredores que están convocados a realizar el recorrido original desde la ciudad de Maratón al estadio Panatenaico. El corredor de Varotsos logra dar fuerza a su movimiento, con una zancada amplia y su estela de velocidad. Recuerda a la escultura del futurista Boccioni, Formas únicas de continuidad en el espacio.
Las laminas de vidrio roto van dejando tras de sí partes de su anatomía que quedan rezagadas y se van diluyendo. El coloso tiene 12 metros de alto pero parece mucho más grande, tal vez por el dinamismo, continuo y simultáneo de los planos superpuestos.
Los depósitos de lluvia, hojas y la contaminación atmosférica restan luz y trasparencia al vidrio pero no está anulada, el despiadado sol ateniense consigue todavía extraer cromatismo de las complejas y polifacéticas láminas.
Otro de nuestros objetivos era conocer la nueva biblioteca nacional de Atenas. No fue fácil llegar hasta allí, no debimos dar con la parada idónea del autobús de línea regular. Recorrer 500 metros bajo el sol abrasador de mes de julio a las once de la mañana, fue una dura prueba, recompensada con una vista general del conjunto en altura, impresionante. Un complejo arquitectónico vanguardista, elegante, atrevido, rodeado de un parque de vegetación mediterránea y una refrescante lamina de agua. Es la Biblioteca y Opera Nacional diseñadas por el arquitecto Renzo Piano, legada por la Fundación filantrópica Stavros Niarchos a la ciudad de Atenas.
Se encuentra al sur de la ciudad, a unos 4 km en dirección al Pireo, en el Golfo del Faliro, y como en Londres o Bilbao, también este edificio se nota que ha logrado levantar una zona residencial antes deprimida porque conviven los dos tipos de viviendas, las modestas y las burguesas, siendo las primeras ya casi residuales.
Todo en el conjunto es interesante o directamente bello, la combinación de materiales en el exterior: mármol, acero y vidrio, y los interiores con maderas cálidas.
Pero tal vez lo que más impresiona sea el techo del edificio principal, volado, enorme y con vistas a las islas saronicas, Atenas, el golfo.
A pesar de todo y como dijo Goethe,
No existe un arte nacional ni una ciencia nacional. El arte y la ciencia, como todos los sublimes bienes del espíritu, pertenecen al mundo entero, y sólo pueden prosperar con el libre influjo mutuo de todos los contemporáneos, respetando siempre todo aquello que el pasado nos legó.