El dilema de Aquiles

Hasta bien entrado el siglo XIX se dudaba sobre la veracidad de la existencia del mundo y los hechos que relata Homero en la Ilíada, pero en 1868, un rico y culto hombre de negocios, amante de la Antigüedad y la arqueología, decidió con 46 años de edad emplear su fortuna en perseguir su sueño: encontrar Troya. Heinrich Schliemann halló hasta nueve Troyas en Hisarlik, sepultadas unas sobre otras, la Ilion homérica corresponde a la VI de ellas. Su pasión por el mundo griego antiguo, y el homérico en particular, le llevo a desposar a una joven aristócrata griega, Sofía Engastrómenos, para él la imagen de Helena, y bautizar a sus hijos con los nombres de Andrómaca y Agamenón. Su asombrosa vida, llena de aventura y fortuna nos la relata con pasión C.W. Ceram en Dioses, tumbas y sabios (1949), una lectura que, como a muchos otros jóvenes de mi generación, me impulsó a estudiar la carrera de Historia. Luego sucedieron otras cosas.

Sophia Schliemann

Sofia Schliemann ataviada con las joyas del Tesoro de Príamo en 1873

Según los arqueólogos, los hechos ocurrieron hacia el 1400 a.C. Unos quinientos años más tarde, Homero, un rapsoda posiblemente ciego, escribe la Ilíada señalando como causa, poética, el rapto que hace Paris-troyano, hijo de Príamo- de la bellísima Helena- esposa de Menelao, rey de Esparta-, si bien es más probable pensar que ésta como otras guerras se debió a luchas de poder y conquista. Como en el caso de las Sabinas o de Eva, el relato desde la visión masculina del conflicto, del que se derivan terribles consecuencias, es desencadenado o directamente causado por una mujer. Mujer cuyo papel en esas tramas es sorprendentemente discreto y pasivo.

En el mundo del mito de Homero, las heroínas que se nombran: Hécuba, Andrómaca o la propia Helena, tienen una intervención muy limitada en la guerra. La compasión, la belleza y la dedicación a la estirpe son sus más altos valores. No así las diosas, mucho más divertidas, valientes, belicosas, intrépidas, caprichosas…Minerva la de los ojos brillantes, Iris la de los pies ligeros, la mensajera; la orgullosa Juno de níveos brazos; Venus, la que ama las sonrisas.

Aquiles descubierto entre las hijas de Licomedes, Rubens, 1630 El Prado

Aquiles descubierto entre las hijas de Licomedes. Rubens 1630. Colección del Prado

En contra de la tradición judeocristiana, los dioses homéricos no son siempre superiores a los mortales, más bien al contrario, sus antojos, cuitas, envidias, traiciones y engaños se narran con detalle y fruición mientras que héroes como Héctor, Diomedes, Eneas o Patroclo, son retratados generalmente con una nobleza solemne, destacando no solo su fuerza y honor sino también su prudencia y oratoria.

Interesante del poema es también la reiterada alusión a su propia trascendencia en el tiempo. Homero sabe, cree estar narrando unos hechos que se perpetuarán en la memoria y serán ejemplo para otros mortales. Ante esa atenta observación de la Historia, sitúa a sus héroes una y otra vez en la disyuntiva de elegir entre morir con honor o vivir pero sin él. Este es precisamente el dilema de Aquiles sobre el que diserta Javier Gomá en Aquiles en el gineceo (2014), uno de los cuatro libros que componen su tetralogía sobre la ejemplaridad publica.

El Aquiles de la Ilíada es un personaje furioso, sanguíneo y ambiguo. Homero destaca su superioridad en el combate-es un semidios-, su fuerza y valentía, sus sentimientos hacia Patroclo al que ama como así mismo, pero también nos dice que es cruel, incapaz del pensamiento noble o sentimiento generoso (Canto XXIV) y que su empecinamiento en mantener la cólera ciega en la que se ve atrapado y no logra calmar, se debe a su soberbia infinita. Con todo, Aquiles conoce y acepta su doble destino: ser él quien decida la lucha a favor de los aqueos, y morir joven en este empeño.

Javier Gomá sin embargo, escoge para su reflexión sobre aprender a ser mortal a otro Aquiles, al Aquiles de las pinturas de Rubens, el que todavía se encuentra refugiado en el gineceo en la isla de Esciros, donde su madre, Tetis, intenta protegerle de su propio destino. El astuto Ulises y Diomedes irán en su busca disfrazados de comerciantes para reclutarlo en la guerra con Troya, y es en ese instante cuando Aquiles ha de realizar su elección existencial, resolver su dilema entre permanecer a salvo viviendo una vida larga pero sin gloria o acudir a la guerra, morir joven, pero ser recordado como un héroe con honor, como el mejor de los aqueos.

Aquiles descubierto por Ulises, Rubens y Van Dyck, 1618

Aquiles descubierto por Ulises. Rubens, 1618, Coleccion del Prado

Gomá realiza un paralelismo metafórico entre la divinidad de Aquiles, momento de nacimiento de todo ser humano; la estancia en el gineceo, con la adolescencia dentro de un estado estético-subjetivo, y finalmente, el salto a la decisión-de ir a la guerra con Troya-decisión existencial comprometida, que supone el estado ético-objetivo. El autor reclama que para ganarnos nuestra finitud, nuestra mortalidad, es necesario alcanzar una existencia genuina y autentica, algo que solo podremos adquirir con la instrucción de nosotros mismos en el ámbito de la metafísica. Pero no es suficiente un aprendizaje individual. Siendo personal e íntimo el acto de la muerte, no lo es la mortalidad. El hombre antes que nada es un ser político, sustituible y prescindible en el sistema social. El reducir la muerte a la propia muerte no es más que un ejercicio de autodivinizacion adolescente, sigue reflexionando.

Ante la pérdida de lo solido y su sustitución por lo líquido, ante el individualismo y el escepticismo filosófico y religioso en el que nos hemos instalado, el autor reclama la emoción existencial que se basa en dos certezas: la realidad del mundo y la muerte. Gomá rechaza por extravagante y periférico lo que le ocurre al ser individual, lo que interesa es el ser universal porque sus cuestiones existenciales adquieren un carácter mucho más profundo e intrigante. El ser ético lo es para sí, pero como Aquiles, que sabiendo de su muerte decidió ir a la guerra de Troya, lo es sobre todo para la polis, como aportación ejemplar para la sociedad.

En esta época postnihilista, en el que el autoritarismo y la coerción ha perdido definitivamente su poder cohesionador, solo la fuerza persuasiva del ejemplo virtuoso, generador de costumbres cívicas, es capaz de promover la autentica emancipación del ciudadano.

Aquiles en el Gineceo, Presentación.

Javier Gomá, en este inspirador ensayo, nos anima a ir más allá de elegirnos como individuos éticos y asumir un papel activo, ejemplar para otros. Un reto que por arduo, no debe ser desdeñado.

Con todo y compartiendo que este debería ser, es, el horizonte al que mirar y tender en nuestra conducta, el ejercicio de vivir está lleno de faltas, y cuando la filosofía se refiere a las grandes cuestiones prácticas humanas, es sencillamente un desastre. Finalmente hacemos lo que podemos.