Mi educación fue una farsa. Con las mejores intenciones, pero farsa. Mi padre no me hizo sentir ni discriminada ni más o menos privilegiada por ser mujer, en el colegio mixto en el que pase los años claves de la adolescencia, tampoco. Me bastó avanzar un tramo en el tiempo y tener pareja e hijos para descubrir un panorama mucho más hostil y alejado de esa sensación de tranquila libertad. De algún modo, la realidad me pilló desprevenida.Y no ha sido precisamente igualitaria.
Hace algunos años estuve trabajando sobre la incapacidad de muchas sociedades occidentales para hacer frente a las consecuencias sociales de la masiva incorporación de las mujeres al trabajo remunerado (podéis ver un resumen en: es la maternidad sostenible? Diario responsable.com,nov/2010) y al malestar social profundo que ha generado. En ese momento de acuerdo a los datos del INE la desviación de los sueldos de la mujer en relación a los hombres en España por tareas equiparables era de un 26% en total. Es un hecho conocido que las mujeres ganamos menos que los hombres durante nuestra vida salarial y en la vejez, somos más pobres que ellos.
Varios informes muy solventes se han presentado este otoño sobre la evolución de la brecha salarial en nuestro país ( ver anexo) que ha crecido hasta un 30%, en datos de 2016. Es decir, que no sólo no ha disminuido sino que se ha incrementado en casi cinco puntos en estos años, y llega hasta una diferencia de casi el 40% en las jubilaciones.
Esta enorme brecha no se debe asociar a factores como un menor nivel de formación o de conocimientos, más bien al contrario,el porcentaje de mujeres que accedemos a estudios superiores es significativamente mayor al de hombres. Es más, la brecha se acentúa a partir de los 16.000 euros en los trabajos con mayor perfil de formación, hasta el punto de que el número de mujeres que ganamos entre 50.000 y 80.000 euros somos la mitad que los varones y si subimos aún más en la escala, que es la que suele corresponder con los cargos de dirección y CEO, solo 1 de cada 5 españoles que ganan 140.000 euros o más al año somos mujeres.
Además de otras razones asociadas a valores patriarcales y machistas, es claro que pagamos bastante más caro que los hombres el tener hijos, y hablo exclusivamente de impacto en los ingresos. Nada nuevo, pero es importante recordar que no estamos avanzando.
Más datos: en el periodo de vida donde debería ser mayor la competitividad profesional, es decir, entre los 26 y los 45 años, la fractura se amplìa. Es la “fractura de la maternidad”. El Instituto europeo de igualdad de género ofrece datos aún peores: en una cultura laboral pensada por hombres y para hombres del siglo pasado, la diferencia salarial es muy pequeña cuando somos solteras o sin hijos ( en torno al 1%), pero se dispara a un 37,5% en el caso de parejas en los que ambos tienen hijos. Y la brecha sigue creciendo, porque las mujeres con ocupación remunerada mayores de 65 años, cobramos sueldos por debajo de la mitad de los hombres de nuestra generación.
El último informe de UGT sobre sistema de pensiones y perspectiva de género nos informa de que no solo en la vejez las mujeres españolas somos más pobres que los hombres, sino que tenemos que trabajar un año más que ellos para poder jubilarnos y así y todo las pensiones son mucho más bajas, bien porque hemos interrumpido nuestra carrera laboral en algún momento, o debido a que tuvimos un contrato a tiempo parcial ( el 73% de los contratos a tiempo parcial son de mujeres).
De acuerdo con varias previsiones, se necesitarán más de siete décadas – hacia el 2090- para acabar con la brecha salarial, que es como decir que yo, mis hijas, mis nietas y seguramente mis bisnietas seguirán sufriendo esta discriminacion tan obvia, y seremos todas más pobres que los hombres de nuestras respectivas generaciones que han hecho o harán el mismo trabajo, esfuerzo y desarrollo profesional que nosotras, si tenemos en cuenta exclusivamente el factor discriminatorio del sexo.
Hasta aquí los macrodatos. He hecho un auto ejercicio de proyección financiera, atendiendo a mi situación de mujer, trabajadora, madre de dos hijos y divorciada hace más de dos décadas. No detallo aquí los cálculos porque sería muy pesado, y quizá poco discreto para terceros. Solo decir que – simplificando mucho el proceso que hice – he cogido la variable hogar monoparental durante 20 años y calculado bastante a la baja la diferencia entre la contribución económica mensual del padre y los gastos que he afrontado en ese periodo asociados a los hijos en común. Segundo calculo, una proyección media de mis ingresos en 30 años, aplicando la diferencia salarial de entre el 25 y el 30 % menos por no ser hombre, es decir, como cualquier otra mujer trabajadora española. Sin duda no es una cifra exacta, pero seguramente bastante próxima a la realidad.
Conclusión: si yo hubiera sido hombre, asumiendo el mismo sueldo medio que he tenido y la misma situación contributiva que el padre de mis hijos, seria…
más de 600.000 euros más rica. No esta nada mal, de hecho me vendría fantastico el dinero porque no he contado aún la mayor pobreza comparativa cuando seamos viejos.
A mi familia ya no le puedo reclamar, a la Institución libre de enseñanza tampoco, y en todo caso sus intenciones fueron las mejores al hacerme pensar que era igual que los hombres en derechos y posibilidades.¿Donde puedo entonces reclamar, por favor?. Os animo a que las mujeres seguidoras del blog hagáis un ejercicio financiero similar, que pese a situaciones y brechas menores o mayores, igual podemos poner una reclamación colectiva, que parece que funciona.
Anexo : imágenes de Cindy Sherman Instagram 2018/ James Franco 2018. Fuentes: Brecha salarial y techo de cristal ,GHESTA 2018 elaborada por técnicos de Hacienda; Sistema de pensiones y brecha de género, UGT 2018; Donde estamos en el camino hacia la igualdad de género, Fundación cajas de ahorro 2017;EIG 2015.