
Hace unos días comentaba con mi amiga libanesa Nadia A. el insoportable atractivo del actor turco Kivanç Tatlituĝ cuando sorprendimos la mirada estupefacta de una compañera. Busqué una imagen en mi iPhone y se la mostré para que nos entendiera. Lo comprendió en el acto, claro, y dijo: “no parece turco”. Debió haberse imaginado un hombre de largos mostachos vestido con turbante y pantalones bombachos.

Este ejemplo, aunque tosco, ilustra la tesis del científico y comunicador sueco Hans Rosling, quien en cientos de conferencias TED y en su libro de divulgación Factfulness -el que Bill Gates quiso regalar a todos los graduados universitarios de su país en 2018- sostiene que, a pesar de la existencia de datos globales accesibles, nuestra visión del mundo sigue anclada en estereotipos culturales e ideas exóticas que nada tienen que ver con su situación actual.

Rosling pone en evidencia la devastadora ignorancia global con solo13 preguntas tipo test, de triple opción, que realiza en diferentes foros altamente cualificados, incluido el Foro Económico Mundial de Davos. Recupero tres de ellas para ponernos a prueba:
-En los países pobres de todo el mundo, ¿cuántas niñas finalizan la educación primaria?. A: 20%. B: 40%. C: 60%.
-En los últimos 20 años, la proporción de población mundial que vive en condiciones de pobreza extrema… A: casi se ha duplicado. B: se ha mantenido más o menos estable. C: casi se ha reducido a la mitad.
-¿Cuál es la esperanza de vida en el mundo en la actualidad?.A: 50 años. B: 60 años. C: 70 años.
En los tres casos la respuesta correcta es la C. Que nadie se deprima, porque, en España, sólo el 3% de las personas que hicieron el test eligieron la respuesta correcta a la segunda pregunta. Incluso en la Cumbre de Davos, el porcentaje de aciertos a las 13 preguntas, excepto la que hace referencia al cambio climático, fue muy inferior al 33% del azar. No se trata, como dice Rosling, de ignorancia -en ese caso el porcentaje de respuestas sería similar al azar-; padecemos un aplastante pesimismo activo, reforzado por los mensajes de políticos, activistas y medios de comunicación. Su visión está también distorsionada, de igual manera que un médico, yo misma, tiende a ser un sujeto hipocondríaco; la consciencia extrema puede deformar la perspectiva. El autor atribuye nuestra tendencia al drama, tan engañosa como decepcionante y estresante, a una serie de instintos: miedo, separación, urgencia, culpa, etc, que analiza a lo largo del texto al tiempo que va desgranando los datos.
Hoy en día, la visión binaria del mundo en occidente y el resto, países desarrollados y en vías de desarrollo no se corresponde con la realidad. El 75% de la humanidad vive en países de ingresos medios (Niveles 2 y 3), el 12% en países de ingresos altos (91% en Niveles de ingresos 2, 3 y 4) y sólo el 9% del mundo vive en países pobres de Nivel 1 -Afganistán, Somalia o República Centroafricana son algunos de los peores lugares del mundo donde vivir-. Los gráficos que demuestran la evolución de la supervivencia infantil, los niveles de ingresos, turismo, democracia, acceso a la educación, a la sanidad o a la electricidad explican lo mismo: el mundo estaba dividido en dos, pero ya no lo está. La esperanza de vida en los países pobres es de 62 años; el 80% de los niños de 1 año están vacunados. Los datos no son controvertidos, proceden del Banco Mundial, la División Estadística de la ONU o el Fondo Monetario Internacional.

Similar evolución positiva ha tenido lugar, desde mediados del siglo XX, en el número de muertes por desastres naturales, bajas de guerra o accidentes de aviación. Incluso las muertes por terrorismo, aunque han aumentado significativamente en el resto de países, han disminuido en los países con Nivel 4 de ingresos en los 10 últimos años.

Hay dos ideas en Factfulness que me resultan especialmente emocionantes. La primera y más evidente es que la educación de la mujer es un potente motor de cambio con múltiples consecuencias positivas. Entre otras, el acceso a la anticoncepción y la disminución del número de hijos (de 5 por mujer en 1948 a menos de 2,5 en la actualidad), con la consiguiente ralentización del crecimiento de la población mundial, que, según previsiones de la ONU se estabilizará en 11.000 millones en 2100. La segunda conclusión esperanzadora es que, lejos una vez más de lo que creemos, lo que determina cómo viven las personas no es su religión, su cultura, o el país en el que viven, sino sus ingresos. No hay diferencias en el número de hijos por mujer según las religiones (3,1 las musulmanas, 2,7 las cristianas), y son las que viven en condiciones de pobreza extrema las que tienen más hijos.
Rosling nos enseña a entender el mundo a través de los hechos. Debemos actualizar nuestros conocimientos y pensar de manera crítica para no dejarnos arrastrar por el drama. Gracias a la civilización, a la ciencia, la tecnología y los principios ilustrados, vivimos en el mejor mundo hasta la fecha. Se trata sólo de una tendencia, no un valor absoluto. Mejoramos, aunque esto no implica que el mundo sea globalmente bueno. Existen amenazas: el cambio climático, una crisis financiera, una nueva guerra mundial o una pandemia; y aún estamos en la carrera de relevos destinada a erradicar la pobreza extrema. De cualquier modo, nuestra conciencia de la realidad no debe obviar lo que Rosling llama el milagro secreto y silencioso del progreso humano, un auténtico work in progress.

Imágenes interiores: Kivanç Tatlituĝ, Bill Gates, Hans Rosling.