
La vida es sueño se representa de manera recurrente en la escena madrileña. Hasta fin de mes podemos disfrutar la formidable versión de Juan Mayorga en el Teatro de la Comedia. Helena Pimenta, directora durante ocho años de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, se despide y cierra su ciclo con la obra que lo abrió. Lo hace además con carácter simbólico, pues proyecta hacia el futuro todo el rigor del siglo de oro y pone en manos de un grupo de millennials, los intérpretes de la Joven Compañía, una de las piezas más graves de la dramaturgia universal. La semana pasada disfrutamos de un encuentro con el equipo después de la representación. Hablamos de diferentes aspectos de la obra y la producción, y en el aire quedó la pregunta de por qué La vida es sueño, estrenada en 1635, aún nos interpela y nos atrapa; cómo su formulación ontológica de la libertad, más allá de la deslumbrante carga poética, resulta inquietante en el s. XXI.
La obra se articula alrededor de una trama principal que arranca con Segismundo cautivo –¡Ay mísero de mí, ay infelice¡-, escondido por un padre ambicioso, el rey Basilio de Polonia, que ha creído ver un presagio de tiranía en el horóscopo de su heredero. Decidido a probar la veracidad de los astros, Basilio libera a Segismundo con el artilugio de una pócima y lo lleva a la corte donde, en efecto, da muestras inmediatas de despotismo y crueldad. De vuelta en la torre, convencido de que todo ha sido un sueño, Segismundo toma conciencia de su propio ser y del absurdo delirio de la vanidad en la breve vida-sueño, a lo largo del monólogo más hermoso de la literatura:
Es verdad; pues reprimamos
esta fiera condición
esta furia, esta ambición
por si alguna vez soñamos…

Los aspectos evidentes en la naturaleza de Segismundo, la dualidad y el conflicto, subsumen las intrigas y los personajes secundarios y conforman un drama de claroscuros que plantea el dilema calderoniano: libertad o destino.
Tras la experiencia del desengaño y el dolor, Segismundo -que ha sido instruido durante los años de cautiverio por el noble Clotaldo- conquista racionalmente su libertad. Se elige entonces como un ser ético, orientado al bien y la verdad, lo que desencadenará el feliz final. Calderón apuesta por la libertad y hace de él un hombre libre, capaz de conocerse y vencerse a sí mismo.
Pues que ya vencer aguarda
mi valor grandes vitorias,
hoy ha de ser la más alta:
vencerme a mí mismo.
A la luz del pensamiento del s. XX, Segismundo es, en su proceso de conversión y autoconciencia a través del sueño, una encarnación dramática de la teoría freudiana del inconsciente y el psicoanálisis, avant la lettre. Lejos de negar su esencia, la asume y la confronta; habla de reprimir nuestra fiera condición. Sueño, monólogo, conciencia … a alguien le suena?.

El tema del conflicto y la totalidad en el ser humano y en la vida me ha llevado a alguna reflexión este verano. Hoy creo que el hombre, aún el libérrimo, es ambiguo y a un tiempo libre y prisionero de sus pasiones, en la medida propia de cada individuo. Es el Segismundo.1, clemente y bueno del final de la obra sin dejar de ser el Segismundo.0, el oscuro ser de la cueva, cautivo de sí mismo. Es el minotauro de los surrealistas, el hombre-fiera que no puede evitar hacer el bien como no puede evitar ser irracional, orgulloso, egoísta o perverso. Es, en palabras de Nietzsche, como el árbol de la montaña:
Quieres llegar a la altura libre, tu alma tiene sed de estrellas, pero también tus malos instintos tienen sed de libertad. Tus perros salvajes quieren libertad: ladran de ganas en su sótano cuando tu espíritu se propone abrir todas las prisiones. Para mí eres todavía un prisionero que se imagina la libertad.

Tal vez no haya antítesis libertad-o-destino sino síntesis: libertad-y-destino. Tal vez Segismundo no deja de ser uno para ser otro y sólo adquiere la consciencia de ser a la vez uno y otro, las dos versiones de sí mismo. Tal vez sólo la consciencia y las metas distingan a los mejores.
Y al final…
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
Una sombra, una ficción,
Y el mayor bien es pequeño,
Que toda la vida es sueño,
Y los sueños sueños son.
Gracias por seguirnos, Manín.
Es un placer tener lectores como tú.
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Como siempre, excelente, querida Ana. Me quedo con tus reflexiones, lo mejor del escrito.
Un abrazo.
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Ejqueee …. qué simpático queres
A mí también me perecej un menda interesante, se te notan loj estudios …
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