Entrevista a Alfonso Muñoz Cosme

Nacido en Murcia, en la calle Santa Teresa, hijo de una mujer adelantada a su época -licenciada en Filosofía y profesora de instituto-, Alfonso recuerda su adolescencia marcada por la lectura y el estudio. En el Instituto Alfonso X El Sabio – donde coincidió con su madre como profesora-, tuvo ocasión de aprender alemán, lo que marcaría su futuro. Tras finalizar sus estudios de Arquitectura en Valencia, obtuvo una beca en Alemania, con la que inició su Tesis Doctoral y un gran proyecto de juventud, que culminaría con la publicación de su libro Viaje a través de las arquitecturas (1986). Tras ello comenzó a trabajar en Madrid, en el Instituto de Conservación, como arquitecto de excavaciones. A partir de ahí, su vida ha trascurrido entre la investigación y la gestión.

Aunque ha ocupado altos cargos en diversas instituciones culturales, su perfil es abiertamente técnico y no político. Riguroso, ético, independiente, viajero incansable -conoce más de 50 países-, Alfonso es por naturaleza inquieto y curioso, a pesar de ser un hombre sereno y calmado. Le definen su apertura y su nomadismo; residente en ciudades y países diferentes, su actitud ha estado siempre determinada por la provisionalidad.

A lo largo de tu carrera profesional, has participado en numerosos proyectos de investigación y conservación; en campañas de excavación en Egipto, México, Italia, Guatemala y España. Es el perfil de una persona aventurera y dinámica, abierta a los cambios, casi nómada.

Mi trabajo en el Instituto de Conservación y Restauración de Bienes Culturales en los años ochenta me llevó a proyectos de investigación arqueológica en Egipto y Yucatán. Fueron experiencias maravillosas. En la ciudad maya de Oxkintok mi responsabilidad como arquitecto consistía en dar soporte al trabajo arqueológico y consolidar lo excavado. Conseguí levantar el plano del laberinto, lo cual no se había logrado hasta entonces. El trabajo del equipo era difícil y las condiciones de vida duras, pero me resultó muy interesante. Posteriormente participé en proyectos en Italia, Guatemala y España, en el programa de Parques Arqueológicos. En aquella época pensé que me dedicaría siempre a la arquitectura aplicada a la arqueología.

En 1988 sacaste por oposición la plaza de Profesor Titular en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura.

Con treinta años comencé mi actividad docente y la he compatibilizado con la gestión hasta el día de hoy. El trabajo universitario te mantiene vivo, te enfrenta a las preguntas de los más jóvenes. Dediqué a mis alumnos mi libro sobre Iniciación a la Arquitectura, del cual he publicado varias ediciones.

El alumnado ha experimentado un gran cambio, reflejo de los cambios socioculturales de los últimos años; no sólo en cuestiones de género -las alumnas son hoy mayoría- o nacionalidad –puede haber hasta diez o doce nacionalidades en una clase-, sino también en el acceso a la información. Sin embargo, me parece que son menos críticos.

Entre 1993 y 1999, ocupaste los puestos de Director del Instituto Cervantes en Múnich y Roma. Estas experiencias internacionales debieron marcar de manera notable tu vida…

Trabajar en una institución como el Instituto Cervantes, entre dos lenguas, como puente de comunicación y de difusión de nuestra cultura, de conexión entre los mundos académicos y de representación cultural, es algo extraordinario. Guardo un recuerdo muy grato.

Recién llegado a Múnich nos asociamos a otras instituciones de habla hispana para sumar recursos y ganar proyección. En Roma ya existía esta colaboración a través del Instituto Italo-Latinoamericano, por lo que abrimos el horizonte en colaboración con otras instituciones españolas: Embajadas, Consulados, las Escuelas de Historia y Arqueología y la Academia, con las que hicimos un programa conjunto que tuvo mucha repercusión.

Ya en el nuevo milenio has sido Gerente de la Fundación Cultural del Colegio de Arquitectos de Madrid; Subdirector y Director del Instituto del Patrimonio Cultural de España. Pasaste así, de una vida más abierta y dinámica, en diferentes países, al trabajo de liderazgo y gestión de grandes equipos. ¿Te costó adaptarte a una vida más sedentaria?

El trabajo en la Fundación Cultural COAM fue también interesante y satisfactorio. Era similar al que había desarrollado en el Instituto Cervantes, pero centrado en la Arquitectura y el Urbanismo. Incluía cursos, actividades culturales, una biblioteca y un centro de documentación. La labor en el Instituto del Patrimonio Cultural de España era de otra escala: allí se desarrollaban proyectos de conservación y restauración sobre bienes culturales que, por su novedad o complejidad, no podían ser abordados desde otras entidades, con un doble objetivo de excelencia y difusión científica.

En definitiva, no: no me cuesta adaptarme, me gusta asumir nuevos retos, en otros países o en el nuestro.  

Has desarrollado una extensa labor científica a través de numerosas publicaciones. Tienes, además, ocho libros editados. ¿Alguno de ellos te marcó más o tiene un valor especial para ti?  ¿De cuál te sientes más orgulloso?

Todos los libros son como hijos que ya viven su propia vida. Tengo especial cariño por el primero: Viaje a través de las arquitecturas, que escribí a los veinticinco años, mientras viajaba por Europa visitando y fotografiando arquitectura moderna. Pero el que más repercusión ha tenido es el último, titulado El Proyecto de arquitectura: concepto, proceso y representación.

Una vez que dejaste el Instituto de Patrimonio en 2017, retomaste la docencia como profesor de Proyectos en Fundamentos Arquitectónicos en la ETSAM. Es un gran cambio. ¿Cómo has hecho el ajuste? ¿Ha supuesto sólo un cambio de actividad o te ha liberado de la intensidad de los proyectos anteriores?

La Universidad siempre ha sido mi casa. La labor docente e investigadora me resulta muy estimulante. No ha sido un cambio importante, sino más bien una vuelta al hogar. Entiendo que conviene estar en la sociedad, fuera del mundo académico, para aprender de la realidad con la práctica y poder luego regresar y enseñar aquello que se ha aprendido.

El mundo académico tiene un ritmo diferente al de la gestión. Tener a tu cargo 150 personas en el Instituto del Patrimonio me obligaba a dar respuesta cada día a cosas muy diversas. El mundo académico permite una mayor reflexión. Uno dispone de tiempo para estudiar, leer, investigar, para escribir y publicar.

¿Qué opinión te merece el estado actual de la Universidad española? ¿Consideras que hemos terminado con los problemas de endogamia y localismo? ¿Crees que acceden a los Departamentos y a las Cátedras los mejores?

La Universidad española arrastra desde hace años una grave crisis. Causada por la endogamia, pero también por una falta de actualización didáctica y por el alejamiento de las necesidades reales de la sociedad.

Nuestra Universidad lleva 20 años de atraso, es monodisciplinar en un mundo interdisciplinar. El mundo universitario, el aula, es un espacio ficticio que mantiene una distancia enorme con el mundo del trabajo y eso lo perciben los alumnos al terminar la carrera. Un buen profesor ha de interaccionar con sus alumnos y así minimizar la distancia entre el aula y la realidad. Bolonia ha sido una ocasión perdida, un fracaso. Una profunda reforma del sistema universitario es urgente.

Recientemente has sido propuesto Académico correspondiente de la Real Academia de Alfonso X el Sabio de Murcia, tu ciudad natal. ¿Qué significa esto para ti?

Lo importante para mí es trabajar en algo que me guste, en lo que crea, y que sea útil para la sociedad. Si puedo aportar algo desde una institución como la Academia, estaré encantado de hacerlo.

¿Cuáles son tus proyectos de futuro?

Voy a publicar dos nuevos libros, uno sobre el proyecto de fortificación entre los siglos XVI y XVIII, y otro sobre la intervención sobre el patrimonio arquitectónico en España entre 1975 y 2015. Quiero escribir después una obra sobre intervención y gestión en el patrimonio cultural, con la experiencia de los años en los que dirigí el Instituto del Patrimonio Cultural de España. Por último, tengo el deseo de desarrollar algunos proyectos propios sobre arquitectura y energía.

Entrevista de Maria Luisa Martínez y Ana Peral