
Domingo por la mañana.
Sobre la mesa, una taza humeante de té verde, pan recién hecho, huevos de codorniz, aguacate, mermelada casera y la prensa, el sol otoñal baña la escena, huele a felicidad dominguera, todo es perfecto… hasta que su mirada se posa en la portada del suplemento dominical. Allí están 5 candidatos y una ausencia portando cada uno un espejo para mostrar ¿sus dos o más- caras? ¿Su innegable narcisismo galopante?

Ella, optimista irreductible, pacifista a ultranza, siempre tan correcta y respetuosa, los insultos no figuran en su vocabulario, ella que durante años había guardado con ilusión los programas electorales en la vana esperanza de ver las promesas cumplidas, sintió las ganas y no pudo reprimirse, le brotó del alma, de la indignación de enfrentarse a los mismos rostros de aquellos ególatras que tenían la desvergüenza de volverse a presentar cuando acababan de demostrar que no eran capaces de llegar a un simple acuerdo para gobernar, que confunden ahora a los electores en un juego de estrategia perversa y nos obligan a sufragar un despilfarro electoral innecesario por pura ineptitud. Y el escupitajo voló sobre el desayuno directo a la portada, bañando a los candidatos de una saliva cargada de todos los insultos que por educación nunca pronunciaría.
Y hoy domingo, gris y frío como la causa, conteniendo las náuseas yo, como todos los que hemos acudido a las urnas cumpliendo con nuestro deber, he vo(mi)tado.