Políticos en una burbuja

Para la escuela epicúrea, la clave de una vida plena hay que buscarla en la mayor ausencia posible del miedo, de la sensación persistente de  riesgo o peligro (claro, no del miedo que enseña y nos protege de cosas peores). Un divulgador científico  tan exitoso en España como Eduardo Punset, afirmó en uno de sus libros más leídos  que, igual que la belleza es la ausencia de dolor  o enfermedad, la felicidad es la ausencia de miedo. He pensado en esta amplia verdad al leer los resultados del primer gran estudio de percepción ciudadana sobre el calentamiento global, porque no se me ocurre un terror o miedo más ancestral que  el asociado a este  gran cambio.

Una institución de la Unión Europea, el Banco Europeo de Inversiones,  llevó  a cabo el pasado año una enorme encuesta para evaluar la percepción de los  ciudadanos de la Unión Europea, Estados Unidos y China sobre el calentamiento global. El macro estudio nos dice que el  78% de los encuestados en Europa se muestra preocupado o alarmado por la situación. Para ser precisos porque no es lo mismo, son más los preocupados – 54%-  que los directamente ya alarmados – 24%-. En  China y Estados Unidos ambos estados de ánimo bajan unos diez puntos, aunque los escépticos o negacionistas  son casi el 15% en América pero apenas se pueden encontrar en China, donde solo un 3% cree que es una preocupación exagerada, inexistente o sobrevalorada.

En España, la concienciación sobre los efectos del cambio climático supera la media europea: un 87% se muestra alarmado o preocupado, el quinto país con mayor inquietud, tras Portugal, Grecia, Chipre y Malta; Francia e Italia les siguen en preocupación, muy probablemente vinculado  a la mayor vulnerabilidad por sequía,  inundaciones en el área mediterránea, y por el incremento de fuegos en toda la zona.

Hago un repaso a lo más relevante que sobre estos temas ha aparecido en estas últimas semanas, y recopilo muchas noticias impactantes. Varias catastróficas, como las alertas por respirar literalmente veneno en Nueva Delhi  (“Delhi se ha convertido en una cámara de gas, debemos protegernos”,  leo que tuiteó el propio alcalde de la ciudad, Arvind Kejriwal, el viernes 1 de noviembre). El colapso  del Mar Menor, víctima de un cúmulo de ilegalidades, vertidos de todo tipo que han pasado inadvertidos durante años, sin control ni vigilancia y  han llevado esta zona a una situación crítica. Los fuegos de nuevo incontrolados en  California o  el portazo de  Trump al Acuerdo de París contra el cambio climático. En el lado más positivo, también hay noticias relevantes para España, como la  próxima celebración a mediados de mes en Barcelona del Smart City Expo World Congress, centrado en  cómo lograr ciudades  más inteligentes y sostenibles, con una cabeza de cartel tan relevante como la mundialmente conocida urbanista Janette Sadik-Khan, asesora durante años del ex alcalde de Nueva York Michael Bloomberg o, en fin,  la nueva ubicación de la cumbre del clima en Madrid, paradójicamente la capital del alcalde contaminador, la ciudad presidida por un político que nada más llegar recibió un capón judicial por haber puesto fin a las medidas anticontaminación ya implantadas;  una cumbre justo en la ciudad a la que no quita ojo Bruselas.

Bueno, pues a pesar de todo eso, cambio climático y medio ambiente han sido prácticamente olvidados en estas campañas  que llevamos arrastrando desde antes de primavera. Los grandes debates electorales transmitidos por las televisiones han deparado, entre otras sorpresas, la ausencia casi total de referencias hacia algunos de los grandes problemas sociales, como la crisis climática, la polución urbana o la degradación del medio ambiente, también las  exigentes transformaciones que se derivan del Acuerdo de París o los grandes retos energéticos, estuvieron ausentes en las discusiones de los candidatos. Apenas unos meses después de que la ONU hiciera público su informe El calentamiento de 1,5 º C -la última de las muchas alarmas lanzadas por los expertos sobre los impactos del calentamiento-, los líderes de las grandes formaciones españolas parecen ajenos a la emergencia decretada por los climatólogos. Y sin embargo, este es uno de los problemas más complejos y graves que tendremos que  gestionar sin ninguna duda en los próximos años. Nos enfrentamos a una crisis global con muy serias repercusiones sobre la economía y la  vida de las personas, especialmente en países como España, donde el aumento de las temperaturas tendrá un fuerte impacto sobre el hábitat y la economía del país.

Ignorancia total, sin embargo. Hasta el punto que una institución tan poco sospechosa de influencias ideológicas como el Colegio oficial de Ingenieros de Montes ha  visto necesario denunciar “la escasa o nula atención que los partidos políticos han prestado al medio ambiente y al sector forestal en sus programas electorales y en los debates”. Y es que estos líderes proyectaron creo yo la imagen de un país que vive en una burbuja, del todo indiferente a las grandes preocupaciones que centran las discusiones en algunos de los países europeos más desarrollados.

Sólo Sánchez, cuyo programa electoral sí incluye importantes paquetes de medidas para la transición energética,  hizo alguna referencia incomprensiblemente mínima en esos debates. Y este es un tema sobre el que estaría bien reflexionar, porque si bien es cierto que en el llamado “bloque de izquierdas” las iniciativas y políticas para alinearse con los acuerdos y advertencias internacionales tienen un peso cada vez más importante en sus programas, en las propuestas de los partidos que van desde la derecha constitucional a la extrema derecha  simplemente no hay  prácticamente nada, cuando no actuaciones tan incomprensibles como la que ya he comentado del actual alcalde de Madrid, Almeida. De acuerdo a los medios que he consultado, el PP dedica solo media página de las 59 de su programa al cambio climático, sin dar ni una sola fecha y ni un solo objetivo cuantificable. Peor aún, promete conservar las tecnologías de generación eléctrica que «son útiles» a España aunque no sean renovables y«eliminar las restricciones indiscriminadas al diésel». En el caso del ahora muy desplumado Ciudadanos, parece que no dedica ni uno solo de los 250 apartados de su programa al cambio climático.  No hablo de la extrema derecha, que parece sencillamente copiar el negacionismo  ciego de Trump: el pasado enero en una entrevista para ABC,   Monasterio lo definió como «camelo climático» y para Santiago Abascal, el discurso del cambio climático forma parte de la «dictadura ideológica o progre». En el mejor de los casos, como dijo en  la ya famosa entrevista del  Hormiguero, simplemente  no tenía ni idea del tema, no “sabía”. 

Debo decir que me resulta incomprensible que partidos como el PP o Ciudadanos sigan anclados en esas actitudes, que sigan cediendo  la iniciativa a otros partidos, y que parezcan creer que son asuntos competencia de cuatro ecologistas o de las ONGs, cuando en el resto de Europa prácticamente todos  están intentando aunar fuerzas, si quitamos claro gobiernos como los de Hungría o Polonia, que se suman a la lucha contra el cambio climático porque no les queda más remedio.

En fin, en otra ocasión porque ya se alarga demasiado esta entrada de hoy, me gustaría reflexionar sobre las actitudes de los votantes y el compromiso de los partidos a  los que votan con el cambio climático, es decir, sobre la brecha entre el voto y ese porcentaje tan alto de preocupación que cité al principio, porque muy probablemente  ese miedo y esa preocupación han llegado para instalarse.