Entusiasmada

Una joven artista sevillana con la que estamos desarrollando un proyecto en el museo me habló del libro de Remedios Zafra  El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital. La exposición que estamos produciendo con ella debe mucho a este trabajo que, además, ha merecido el Premio Anagrama de Ensayo de 2017. Quise leerlo.  Lo que no sabía, ni esperaba, es que desde el primer momento me iba a sentir tan concernida. Ya en las primeras paginas, su lectura me retrotrajo 30 años atrás, al momento en que acababa de regresar a Murcia tras la beca de Florencia concedida por mi brillante expediente académico; al momento en que, apasionada y entusiasmada, durante años me di de bruces con una realidad muy alejada de mis expectativas.

La juventud suele ser un periodo de la vida que se sublima, la mía tuvo sus luces y sus sombras, pero al hacer balance hoy no puedo decir que haya sido mi mejor momento y, en gran medida, se debió a la falta de oportunidades, a la constante sensación de ser merecedora de una escasa valoración ya que lo único que se me ofertaba eran trabajos precarios, poco o nada remunerados. La pasión por el ejercicio profesional era, y es, empleado muchas veces como excusa para legitimar la explotación, desde el momento en que se considera la propia experiencia como pago. El entusiasmo, esa pasión que, como dice Remedios Zafra, punza y arrastra, y que si ya no puede ser ejercida o ha de ser atrasada, frustra y desampara, fue al mismo tiempo el motor y la maquina destructora de mis ilusiones juveniles.

Mayte Vieta; Cuerpos de luz_2016

Aunque mucho sobre lo que reflexiona Remedios Zafra en el presente no ha cambiado respecto a la generación de entusiastas que éramos en los 90, lo cierto es que al ser el humano, un ser condicionado-Hannah Arendt-, todas las cosas con las que entra en contacto se convierten de inmediato en una condición de su existencia, y la de ésta generación, viene sin duda condicionada por pertenecer a la era digital. Energía, entrega y sonrisas, la remuneración más común de los entusiastas –  jóvenes artistas, comisarios en busca de proyecto, críticos de arte en paginas digitales sin suscripción, escritores que solo publican en blogs, músicos sin auditorio -, es la visibilidad en la realidad aparente de Instagram, Pinterest, Facebook o YouTobe, los likes que cosechan. Lo importante, lo que cuenta, es tener tráfico en la red, mirar y ser mirado es el destino.

La paradoja es que, esa misma sobreexposición, es la que termina provocando vulnerabilidad y agotamiento. Las redes requieren una constante actualización, son insaciables. Saturada de tanta actividad externa una tiene tentaciones de volver al ámbito de lo privado para sanarse y refugiare, pero vivir una vida privada por completo significa privarse de cosas esenciales, como nos recuerda de nuevo Arendt.

Exposicion de Mayte Vieta en el MUA, 2001

Al entusiasta lo encontramos en todos aquellos trabajos que requieran creatividad, reinvención, aportación personal, reflexión, incluso revolución, también en el mundo académico. La precariedad en ellos es endémica. Hablar de dinero es de mal gusto, sonroja, se tartamudea. La mayor parte de las veces ni se nombra, se da por sobreentendido que no habrá más remuneración que la de “tener la oportunidad” de exponer, de publicar, de realizar este o aquel pequeño encargo o texto.

Mientras, nos apunta Zafra, una aplicación evalúa el trabajo, porque todo se puede convertir en datos y con los datos se hacen estadísticas: número de lecturas que has tenido, de visibilizaciones de tus obras en la red, resumen diario, semanal, mensual y anual. Gráfico estadístico en barras. Curvas.

La apariencia de verdad que hay en los datos y las estadísticas, tomadas en exclusiva y sin la piedad de filtros humanos correctores, puede ser demoledora. Pero los entusiastas están hechos de sueños y expectativas.

La libertad mengua cuando no hay dinero ni condiciones. Es necesario contar con la habitación propia de Virginia Woolf, una cierta autonomía económica para poder crear, aunque se trate de una casa-habitación del tamaño de una chincheta. Pero cuando se es becaria, contratado por horas, subcontratado, interina, autónomo por imposición o colaboradora, es necesario posponerlo todo hasta que, sin ser demasiado consciente, un día te despiertas atrapada en la precariedad y en la pobreza laboral, mientras, el sistema rueda y rueda.

Mayte Vieta, Silencio_1999

No es fácil, tampoco psicológicamente, dar el salto. Hacer la revolución desde este estado de escasez – casi siempre insuficiente para cubrir la existencia y necesitado por tanto del apoyo familiar, un estado en el que se navega durante años y que falsamente hace sentir que la juventud se estira – a la mentalidad exigente de un profesional. Requiere valentía porque es un paso antipático en el que o exiges que te valoren con una remuneración justa, o pierdes el respeto hacia ti misma. Luego hay que sanar el rencor. Los años de trabajos sin logros dejan un poso agrio difícil de olvidar.

A veces me pregunto dónde va la energía que desprende tanto entusiasmo, tanta fuerza y determinación, tanto anhelo e ilusiones. Fantaseo con que sirve para contrarrestar la que emana de los humillados, los derrotados, los miedosos, los que nunca tuvieron sueños o se dieron por vencidos demasiado pronto.  

Remedios Zafra. El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital. Barcelona 2017

Hannah Arendt; La condición humana. 1969.