Todos los santos

A veces  envidio a los que rezan. Quiero decir, envidio  las oraciones en la intimidad, aquellas que  se recitan a media voz  una y otra vez, a lo largo de semanas  y de años.  Me imagino que debe ser como caminar, cuando no se hace nada más que eso, caminar. Y mientras andamos  nos vamos liberando de la obsesión de hacer, y recuperamos la simple alegría de existir, tan cercana a la infancia. Supongo que como no rezo leo poemas y, claro, tengo mi propio elenco de  santos y santas, arcángeles y profetas, antiguos y nuevos testamentos.  

Algo de esto le iba contando a un amigo el fin de semana de todos los santos, mientras subíamos por un camino asfaltado pero perdido en medio del monte y, siendo de los pocos practicantes católicos que conozco, le pregunté por el origen de esta celebración santera y de difuntos que inaugura las semanas  grises y de bordes oxidados por el frío del invierno.

Mi amigo no sabía mucho más que yo de la celebración de difuntos, pero estuvimos de acuerdo en la quietud que puede envolverte cuando resuenan en la cabeza las palabras de un  autor, y del lento aprendizaje para memorizar un poema, probablemente muy similar al  de un texto sagrado. Le hablé entonces de mi devoción por el poeta inglés W.H. Auden, y de la  improbable casualidad que me ocurrió, durante la última semana de diciembre de 2017 en Oxford, donde Auden había sido primero estudiante en los años 30 y mucho después, a su vuelta de  América, profesor en el   Christ Church  College.

Sería demasiado largo contar ahora el intrincado hilo invisible de casualidades que me llevaron a descansar en un banco, aparentemente cualquiera, de la enorme  iglesia de Christ Church esa mañana de diciembre, pero cuando bajé la vista comprendí que, entre los cientos de bancos posibles, había ido a sentarme justo en el que Auden utilizaba para recibir la comunión todas las mañanas de domingo. En una losa debajo de mis pies leí su nombre, unas fechas y este texto: Bless what there is for being, que traducido tiene un hermoso significado, algo así como “bendice lo que hay, por existir” o “bendice lo que existe por ser”. Solo pude, en un gesto algo banal, buscar en el bolsillo del abrigo, sacar el móvil y hacer una foto  con mis zapatos en primer plano. Aún conservo la imagen. Bless what there is for being pertenece al poema de Auden Precious five (en referencia  a los cinco sentidos) y varias semanas después, recuerdo que aún no se lo he mandado a mi compañero de caminata. Hoy también es domingo por la mañana, y como casi siempre últimamente haré un esfuerzo por  salir de cierta soporífera indolencia que arrastramos estos meses. A ver si encontramos ese hacha que rompa el mar helado dentro de nosotros.