El Ministerio de Igualdad activó hace unas semanas la consulta pública previa del futuro anteproyecto de ley de igualdad de las personas trans, que de ser aprobada permitiría el cambio registral de sexo sin necesidad de informe médico o de someterse a tratamiento para cambiar la apariencia física. El actual Ministerio de igualdad ha decidido abanderar el transgenerismo, donde la identidad sexual fluctúa y se rige por la autodeterminación del individuo con el concepto del ‘género sentido’. El debate está servido, sabiendo además que esta entrada va a ser demasiado corta para la complejidad y sensibilidades que inevitablemente toca.
Buena parte del movimiento feminista en todo el mundo está frontalmente en contra de las teorías queer porque desdibujarían a las mujeres como sujeto político y jurídico, poniendo en riesgo los derechos, las políticas públicas de igualdad y los logros del movimiento feminista. La Secretaría de Igualdad dirigida por la vicepresidenta Carmen Calvo, ha difundido un documento en el que rechaza que «los sentimientos, presiones o manifestaciones de la voluntad de una persona, sobre si se siente hombre o mujer, tengan automáticamente efectos jurídicos plenos».
Para los defensores de la iniciativa , la nueva ley pondría fin a lo que llama “patologización”. Esto significa que apartan a los psicólogos y psiquiatras de la primera casilla del proceso de transición, que puede culminar en hormonaciones artificiales y operaciones durísimas e irreversibles. Es un hecho objetivo que en España la gente transexual vive discriminada. Es un colectivo con problemas enormes, pero es también un colectivo lleno de diferencias internas. El espíritu de la ley es proteger a los transexuales. Pero las leyes deben solucionar problemas y no provocar otros nuevos. De modo muy resumido, voy a tratar de sintetizar algunas de las dudas y reflexiones de mayor peso:
Sólo con mirar en la Wiki , vemos que el término transgénero incluye conceptos que corresponden a la clasificación de distintas identidades de género, entre las que se encuentran la androginia, el genderqueer, el género fluido y la transexualidad. No todos los trans tienen los mismos problemas ni se enfrentan a los mismos obstáculos. Cuanto más se observa este colectivo variado, más diferencias aparecen. No todos los individuos quieren hormonas, no todos desean someterse a durísimas operaciones. Y aquí es donde la cosa se complica, porque estamos ante formas de construcción de la subjetividad, lo que implicaría que trastornos de personalidad podrían quedar ocultas en la realidad transgénero. Por resumir: ¿cómo distinguir entre una persona transexual y otra que padece un trastorno mental que le hace creer que su sexo biológico no concuerda con su género sentido?.
Hay transexuales definitivos y personas que fluctúan. Si el sentir puntual de una persona inicia un proceso de hormonación y operaciones, estamos dejando en la más absoluta vulnerabilidad a individuos simplemente confundidos. La adolescencia es, especialmente, un periódo en la construcción de la personalidad muy delicado . Hay muchas historias que terminan bien, es verdad, pero no todas. El camino de un sexo a otro no está exento de trampas y fondos de saco sin retorno. Si la ley quita las señales de peligro, provoca vulnerabilidad.
La periodista estadounidense Abigail Shrier ha publicado un libro muy crítico con la moda trans (Irreversible Damage: The Transgender Craze Seducing Our Daughters, creo que su version Española aparecerá en unas semanas) donde recopila muchos casos reales de chicas que creyeron que eran chicos sin serlo, y acusa el fenómeno imitativo de influencers, estrellas de you tube y figuras más o menos cool que las han llevado en edades muy tempranas a decisiones irreversibles de difícil o imposible vuelta atrás. Shrier y otros muchos terapeutas, explican cómo nadie les planteó dudas, nadie opuso resistencia, nadie las acompañó en sus dudas sino que se les ofrecieron certezas y terapias, porque la presión social hizo ver que cualquier cuestionamiento era una agresión tránsfoba, además de la potentísima industria de intereses, farmacéutica y quirúrgica, que se mueve detrás de estos procesos de cambio.
No es el único problema derivado de esta ley. Los juristas están advirtiendo de cómo las asimetrías se han infiltrado en nuestra legislación. Leyes y penas distintas para el hombre y la mujer por el mismo delito, cuotas y discriminación positiva-mecanismos que buscan proteger a las mujeres- son percibidas ahora, cuando algunos hombres malintencionados podrían declararse mujeres, como un grave problema. ¿Podría un hombre condenado por agresión machista cambiar su sexo e ir a parar a una cárcel de mujeres? ¿Podría un deportista mediocre hacer la transición a mujer donde obtiene una ventaja automática por ser más corpulento? La Federación Internacional de Rugby ha tenido que excluir a las mujeres trans de la categoría femenina. En resumen :¿puede convertirse esta reforma legal en una manera de obtener ventajas para algunos hombres?.
Para que la ley trans salga adelante sin poner en peligro a nadie, creo que hace falta debatir muchos temas serios, mas allá del deseado protagonismo de algunas políticas.
Por cierto que la foto – reflection- es del artista británico Finnian Croy (Glasgow 1998) que tiene un trabajo interesantísimo sobre la problematica trans, por si alguno queréis seguir su pista.